AGRESIVIDAD ADOLESCENTES

En ocasiones se dan situaciones en las que los niños y adolescentes reaccionan desproporcionadamente y con agresividad frente a un conflicto o malestar emocional.

Muchos manifiestan su malestar a través de la agresividad, creando en casa un clima de tensión y malestar que afecta negativamente en la dinámica familiar.

Posturas psicológicas sobre la agresividad

En la investigación psicológica existen tres posturas diferentes para explicar el origen de la conducta agresiva:

La primera considera la agresión como una forma de conducta que está gobernada por impulsos innatos. Freud proponía que la conducta agresiva lograba desviar la energía destructiva y reducía la tensión.  Lorenz, en esta misma línea, opina que para evitar esa explosión espontánea de agresividad de forma incontrolada, es recomendable que se realice una pequeña descarga continua y controlada de pequeñas cantidades de esa  energía destructiva. Esto se puede hacer a través de formas de agresión socialmente aceptables.

Es decir, se considera mas efectivo que el menor vaya descargando de manera controlada y saludable su energía cada día a través de actividades que le permitan realizar dicha descarga, deportes competitivos,  ejericio físico intenso, actividades de alta exigencia física etc…

La segunda ve la agresión como una forma de conducta que se adquiere a través de la experiencia personal de cada individuo. Esto quiere decir que, si durante la infancia el menor ha presenciado situaciones en las que la familia, amigos, profesores, etc han resuelto los conflictos de manera agresiva, a través del modelado, el niño entenderá que es una manera habitual de resolver los problemas.

Finalmente la tercera es una postura intermedia que combina conceptos de impulso y aprendizaje. Defienden que una persona está motivada a actuar de forma agresiva no por factores internos si no por un impulso provocado por la frustración. La frustración en los niños surge cuando no consiguen las metas que se proponen, cuando sus objetivos han sido bloqueados y no saben como gestionar el malestar que esto provoca.

La agresión, sin embargo, es la acción que tiene como fin hacer daño a otro ser, animal o cosa . La frustración normalmente suele conducir a una forma u otra de agresión y la agresión suele ser es consecuencia de la frustración.

La agresión no siempre es dirigida hacia lo que provoca la frustración. El niño puede haber presenciado situaciones donde haya sentido que se le ha faltado el respeto o se le ha acosado.

Sienten que no pueden hacer nada al respecto y proyectan esa agresión hacia personas con las que si puede hacerlo (padres, hermanos pequeños, amigos), el foco de agresión puede ser remplazado.

Existen otras formas de responder ante la frustración: el llanto, el escape (aislamiento o evitación) o la indiferencia (mostrar que no es importante para él/ella aunque le esté afectando negativamente).

Cómo ayudar a nuestros hijos

Una forma de ayudar a nuestros hijos en relación a las conductas agresivas, puede ser la enseñanza del manejo de la frustración. Ayudarlos a identificar que situaciones son las que les activan negativamente. Ayudarlos a identificar cuáles son las emociones que más le inundan en ese momento. Y por último enseñarles como poder llevar acabo alternativas de actuación diferentes a la agresión que sean menos perjudiciales para ellos y para los demás. Todo esto tendrá como resultado una mejora del bienestar del menor y de la familia.