Autor: Alejandra Pérez de los Cobos Agüero

En primer lugar definiremos qué es la autoestima. El autor Rosenberg entiende la autoestima como un sentimiento hacia uno mismo, que puede ser positivo o negativo, el cual se construye por medio de una evaluación de las propias características. 

La autoestima está compuesta por cuatro conceptos:

  • Autoimagen: Opinión que tenemos de nuestro aspecto físico.
  • Autoconcepto: Opinión que tenemos sobre nosotros mismos, lleva asociado un juicio de valor.
  • Autorrefuerzo: Manera en la que una persona se da un premio a sí misma, cuando siente que ha logrado un objetivo personal.
  • Autoeficacia: Confianza que tiene una persona en sí misma, para alcanzar una meta u objetivo.

Se considera importante tener un valor alto en estos cuatro conceptos para considerarse que se tiene una buena autoestima. Cada uno de ellos tiene el mismo grado de importancia. Es conveniente analizar cada uno de ellos para ver cuál necesitaría trabajarse en mayor medida

La autoestima no es algo innato, se va conformando según las experiencias que vamos teniendo a lo largo de nuestra vida. Las relaciones que vamos estableciendo, y el resultado de las mismas, conforman la imagen que tenemos de nosotros mismos.

En la infancia, es la familia, quien tiene el papel más importante en el desarrollo de la autoestima.

Si los padres, confían en las capacidades del niño, éste lo hará. Una familia que refuerza los logros, no castiga los fracasos y ofrece alternativas para remediarlos, potencia las cualidades de sus hijos etc… logrará una mejora en la autoestima de su hijo.

Estos padres lograrán que su hijo:

*Confíe en sus propias capacidades y recursos.

*Aprenda a manejar situaciones complejas.

*Resuelva de manera adecuada sus conflictos.

En la adolescencia, es el grupo de iguales quien adquiere un papel más importante.

Si en sus relaciones, los niños sienten que su grupo de amigos cuentan con ellos, les llaman, se preocupan, muestran interés etc, se sentirán más seguros y confiados de sus cualidades y habilidades.

Si por el contrario, notan rechazo, que no son aceptados, no se sienten importantes etc comienzan a dudar de sus propias virtudes, y es cuando está en peligro su autoestima.

En estos casos, tienden a realizar conductas que van en contra de sus propios deseos , buscando la aprobación del grupo, generando esto sentimientos de frustración, y malestar.

Es aconsejable desde el hogar, poder tener espacios en familia, donde los adolescentes puedan expresar sus emociones, vivencias, experiencias etc… sin miedo a sentirse juzgados.

Dichos encuentros si se llevan a cabo cumplirán varios objetivos. Por un lado, reforzar aquellas cualidades que posean que les puedan llevar a un buen funcionamiento personal y social. Por otro, reconocer cuales son las actitudes de nuestros hijos que les generan dificultades en cualquier esfera para ayudarlos a manejarse de formas mas adaptativas.

En ocasiones se dan situaciones en las que los niños y adolescentes reaccionan desproporcionadamente y con agresividad frente a un conflicto o malestar emocional.

Muchos manifiestan su malestar a través de la agresividad, creando en casa un clima de tensión y malestar que afecta negativamente en la dinámica familiar.

Posturas psicológicas sobre la agresividad

En la investigación psicológica existen tres posturas diferentes para explicar el origen de la conducta agresiva:

La primera considera la agresión como una forma de conducta que está gobernada por impulsos innatos. Freud proponía que la conducta agresiva lograba desviar la energía destructiva y reducía la tensión.  Lorenz, en esta misma línea, opina que para evitar esa explosión espontánea de agresividad de forma incontrolada, es recomendable que se realice una pequeña descarga continua y controlada de pequeñas cantidades de esa  energía destructiva. Esto se puede hacer a través de formas de agresión socialmente aceptables.

Es decir, se considera mas efectivo que el menor vaya descargando de manera controlada y saludable su energía cada día a través de actividades que le permitan realizar dicha descarga, deportes competitivos,  ejericio físico intenso, actividades de alta exigencia física etc…

La segunda ve la agresión como una forma de conducta que se adquiere a través de la experiencia personal de cada individuo. Esto quiere decir que, si durante la infancia el menor ha presenciado situaciones en las que la familia, amigos, profesores, etc han resuelto los conflictos de manera agresiva, a través del modelado, el niño entenderá que es una manera habitual de resolver los problemas.

Finalmente la tercera es una postura intermedia que combina conceptos de impulso y aprendizaje. Defienden que una persona está motivada a actuar de forma agresiva no por factores internos si no por un impulso provocado por la frustración. La frustración en los niños surge cuando no consiguen las metas que se proponen, cuando sus objetivos han sido bloqueados y no saben como gestionar el malestar que esto provoca.

La agresión, sin embargo, es la acción que tiene como fin hacer daño a otro ser, animal o cosa . La frustración normalmente suele conducir a una forma u otra de agresión y la agresión suele ser es consecuencia de la frustración.

La agresión no siempre es dirigida hacia lo que provoca la frustración. El niño puede haber presenciado situaciones donde haya sentido que se le ha faltado el respeto o se le ha acosado.

Sienten que no pueden hacer nada al respecto y proyectan esa agresión hacia personas con las que si puede hacerlo (padres, hermanos pequeños, amigos), el foco de agresión puede ser remplazado.

Existen otras formas de responder ante la frustración: el llanto, el escape (aislamiento o evitación) o la indiferencia (mostrar que no es importante para él/ella aunque le esté afectando negativamente).

Cómo ayudar a nuestros hijos

Una forma de ayudar a nuestros hijos en relación a las conductas agresivas, puede ser la enseñanza del manejo de la frustración. Ayudarlos a identificar que situaciones son las que les activan negativamente. Ayudarlos a identificar cuáles son las emociones que más le inundan en ese momento. Y por último enseñarles como poder llevar acabo alternativas de actuación diferentes a la agresión que sean menos perjudiciales para ellos y para los demás. Todo esto tendrá como resultado una mejora del bienestar del menor y de la familia.

«Estilos educativos familiares»

Cada vez son más las familias que llegan a consulta desbordadas con la situación en el hogar debido al comportamiento de los más pequeños.

El término de disciplina ha ido variando conforme pasan los años.

Antes en los hogares la educación estaba basada en un modelo más autoritario, con normas rígidas y límites estrictos, sin embargo, en la actualidad se ha demostrado que el modelo que mejor funciona con los hijos es el democrático, el cuál explicaremos a continuación.

Existen cuatro estilos educativos: Autoritario, Permisivos, Democráticos e Indiferentes.

Los padres autoritarios:

  • Tratan de hacer que los niños se sujeten a una norma de conducta establecida y los castigan enérgicamente cuando la infringen.
  • Son más despegados y menos cálidos que otros padres.
  • Sus hijos suelen manifestar más descontento retraimiento y desconfianza.

Los padres permisivos:

  • Valoran la autoexpresión y autorregulación.
  • Exigen poco y dejan, lo más posible que los niños revisen sus propias actividades.
  • Cuando tienen que imponer reglas, explican las razones.
  • Consultan a los hijos sobre decisiones relacionadas con las normas y pocas veces los castigan.
  • Son cálidos y poco exigentes.
  • Sus hijos preescolares suelen ser inmaduros.

Los padres Indiferentes:

  • No se implican en profundidad en la educación emocional, social ni académica.
  • No refuerzan por sus éxitos ni castigan por las malas conductas.
  • Mantienen una relación cordial pero fría con sus hijos
  • Se enfocan en sus propias necesidades y no en las de sus hijos.

Los padres democráticos:

  • Valoran la individualidad de sus hijos, pero también subrayan las limitaciones sociales.
  • Confían en su capacidad para orientarlos, pero también respetan las decisiones de  independencia, los intereses, las opiniones, y la personalidad de los niños.
  • Son cariñosos e indulgentes, pero también exigen un buen comportamiento.
  • Mantienen con firmeza las normas e imponen con sensatez castigos limitados cuando es necesario, en el contexto de una relación cálida y de apoyo.
  • Explican el razonamiento en el que se basan sus posturas y promueven el intercambio verbal.
  • Los hijos preescolares suelen ser más independientes, controlados, asertivos, exploradores y satisfechos.

A continuación en la siguiente tabla aparecen  la relación entre estilos educativos existentes y las características de sus hijos cuando llegan a la adolescencia:

PADRESHIJOS
DEMOCRÁTICOSConfianza en ellos mismos
Buena actitud y rendimiento escolar
Buena salud mental
Escasos problemas de conducta
PERMISIVOSConfianza en ellos mismos
Poco malestar psicológico
Problemas de conducta y abuso en consumo de drogas  
AUTORITARIOS  Obedientes y orientados al trabajo
A veces hostiles y rebeldes
Poca confianza en ellos mismos
Problemas depresivos  
INDIFERENTESProblemas escolares
Problemas de ajuste psicológico
Muchos problemas de conducta y abuso en consumo de drogas  

Es importante reflexionar para identificar vuestro estilo de crianza, siempre tiene su sentido en función de cómo hayan sido criados los padres en su familia de origen. Pero por otro lado, también es aconsejable identificar lo que no estamos realizando bien para poder modificarlo y que no se vean afectados los menores.

Una manera de relacionarse beneficiosa para los pequeños, sería, lograr mantener relaciones cálidas y estrechas con ellos, en la que se intente mostrar sensibilidad ante sus necesidades y alentarlos a expresar y verbalizar.

Por último, es aconsejable también, plantear situaciones que supongan un reto para los niños y les requieran ciertas dosis de esfuerzo, así como establecer límites claros exigiendo su cumplimiento de forma firme y coherente.

En muchas ocasiones es común encontrarse que muchos niños/as comienzan a tener ciertos miedos e inseguridades a determinadas edades.

Por otro lado, a veces los padres viven determinadas situaciones en las que tienen la sensación de no disponer de las suficientes herramientas para ayudar a los menores a superar esta situación.

El miedo se considera una reacción normal, básica y constante en el desarrollo y funcionamiento humano, conteniendo un importante valor funcional y adaptativo.

En el caso del niño es incluso más cierto, el miedo forma parte del desarrollo normal del niño, siendo los miedos infantiles pasajeros y temporales.

Los miedos están relacionados con determinadas etapas evolutivas.

Suele ser habitual encontrar algunos miedos infantiles típicos en ciertas edades, sin embargo, estos miedos no suelen interferir con el funcionamiento habitual del menor.

Estos miedos juegan un importante papel, ya que dotan al niño de habilidades para hacer frente a situaciones vitales estresantes.

Es fundamental saber diferenciar estos miedos considerados como “normales” de los considerados “patológicos” como son las fobias. Éstas pueden persistir durante años, incluso en la edad adulta, provocando gran interferencia en la vida diaria.

Según Sandín (1997):

ETAPA EVOLUTIVAMIEDOS MAS COMUNES
PRIMER AÑO
0-12 MESES
Pérdida de apoyo Sonidos fuertes Alturas Personas / objetos extraños Separación
INICIO NIÑEZ
1-2,5 AÑOS
Separación padres Extraños Tormentas Pequeños Animales Insectos
PREESCOLAR
2,5-6 AÑOS
Oscuridad Animales en general Quedar solo/a Fantasmas
NIÑEZ MEDIA
6-11 AÑOS
Sucesos sobrenaturales Heridas corporales Daño físico Salud, muerte Escolares
PREADOLESCENCIA 11-13 AÑOSEscolares Sociales Económicos Políticos Autoimagen
ADOLESCENCIA
13-18 AÑOS
Sexuales Autoidentidad Rendimiento personal Sociales Académicos Políticos Económicos

Lo más importante es ser conscientes de la etapa evolutiva por la que está atravesando el menor.

En segundo lugar, valorar si estos miedos infantiles son evolutivos o no en función de la duración e interferencia, y acudir a un profesional si fuese necesario.

En tercer lugar, si son evolutivos es importante validar las emociones que expresa el menor (no negarlas o quitarle importancia), además de ayudarle mediante el ejemplo proporcionándole herramientas útiles para dichas situaciones.

Por último, el refuerzo positivo al menor cuando va consiguiendo pequeños avances es fundamental. Dicho refuerzo genera en el menor una sensación de seguridad en sí mismo que le lleva a conseguir su objetivo final, la eliminación del miedo.

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«Cómo comprender la falta de motivación»

Cuando llega la hora de estudiar, en muchos hogares se genera una situación de conflicto entre los padres y los hijos. Esto da lugar a tensiones, discusiones y malestar de todos los miembros.

Algunos de estos menores, no les apetece sentarse porque les aburre, les resulta complicado y les cuesta trabajo concentrarse. Esto conlleva que al poco tiempo de sentarse tienden a distraerse y ponerse con otra cosa e incluso abandonar el estudio.

Esto genera en los padres enfado, impotencia e irritabilidad al no poder controlar la situación, o bien cansancio de tener que estar “encima” de ellos. Suelen tener la sensación de que si no es así, no lo harán solos. Esta situación a la larga va quemando a todos los miembros de la familia, así como empeorando el clima familiar.

Es importante que los padres sean conscientes de la situación en la que se encuentre su hijo en todas las áreas importantes de su vida (familiar social y académica), así como la etapa de desarrollo psicoevolutivo en la que se encuentre, ya que en función de esto poseerá unas u otras capacidades.

Todo ello está relacionado con la motivación del menor, que será mayor o menor dependiendo de las anteriores características.

Es imprescindible para evitar conflictos diarios, establecer rutinas de estudio con horarios realistas, así como reforzar cuando los menores tengan la iniciativa sentándose a estudiar y realizando sus tareas por ellos mismos.

Según las teorías humanistas, la motivación humana es fruto de la búsqueda de la satisfacción de una serie de necesidades básicas jerarquizadas, a través de la cual se puede alcanzar la autorrealización personal.

Maslow (1968) proponía que existen siete necesidades básicas jerarquizadas, y que su satisfacción es la vía para desarrollarse como persona.

Las necesidades de cada nivel sólo aparecen si se han resuelto las necesidades de niveles inferiores; un individuo estará motivado para satisfacer una necesidad superior cuando haya satisfecho las necesidades anteriores.

El orden de las necesidades sería por tanto el siguiente:

  1. FISIOLÓGICAS: alimentación, dormir, cobijo, etc.
  2. SEGURIDAD FÍSICA Y PSICOLÓGICA: necesidad de apoyo, de un ambiente sin peligros o amenazas, ordenado y justo.
  3. PERTENENCIA Y AFECTO: integración en un grupo social.
  4. AUTOESTIMA: valorarse a uno mismo y sentirse reconocido y aceptado por los demás. Su satisfacción genera confianza en uno mismo, sentimientos de fuerza, dignidad, de capacidad. Si la necesidad de autoestima se satisface se generan sentimientos de fracaso, que llevan a la inactividad o el abandono.
  5. LOGRO INTELECTUAL: necesidad de conocer y comprender el entorno, de entender lo que le rodea, de aprender cosas nuevas.
  6. APRECIACIÓN ESTÉTICA: búsqueda del orden y belleza de aquello que le rodea, necesidad de terminar aquello que se emprende.
  7. AUTORREALIZACIÓN: llegar a ser la persona que potencialmente se puede ser, ser capaz de desarrollar las posibilidades de cada uno, en  cualquier contexto (personal, profesional, familiar, etc.)

Este planteamiento permite entender, por ejemplo, cómo alumnos que se sienten inseguros o poco aceptados por su grupo, no se sienten motivados hacia el aprendizaje, ya que sin haber satisfecho las necesidades de pertenencia o las de autoestima no aparecen las necesidades de logro intelectual, por ejemplo.  

La adolescencia representa el puente evolutivo entre segunda infancia y la edad adulta. Es una etapa muy conflictiva, comienza sobre los 11-12 años y finaliza sobre los 18-20.

Para Hall (1844-1924) la adolescencia supone un corte profundo con la infancia y la concibe como una edad especialmente dramática y tormentosa en la que se producen tensiones, con inestabilidad, entusiasmo y pasión, en las que los jóvenes se encuentran divididos entre tendencias opuestas.

En esta etapa la aceptación por parte del grupo de iguales cobra una gran importancia, prevalece el interés por hacer nuevas amistades, sentirse bien en su grupo de amigos y aprender a relacionarse con individuos del sexo opuesto.

En numerosas ocasiones éste suele ser su refugio frente a conflictos familiares y sociales.

Es importante saber, si tenemos un hijo que está viviendo esta etapa, las tareas evolutivas (Havighurst 1900-1991) a las que se está enfrentando para poder comprenderlo, ponernos en su lugar y ayudarlo de la mejor forma posible. Algunas de estas tareas son:

  • Alcanzar nuevas relaciones con compañeros de ambos sexos
  • Aceptar sus cambios físicos
  • Lograr una independencia emocional con respecto a los padres
  • Prepararse para una carrera profesional
  • Adquirir un conjunto de valores y un sistema ético como guía de conducta a desarrollar, entre otras…

El cumplimiento de estas tareas da lugar normalmente a numerosos problemas tales como:

  • conflictos en el hogar
  • discusiones con padres y madres
  • broncas con los hermanos
  • dificultades de expresión emocional
  • problemas en autorregulación emocional
  • baja tolerancia la frustración
  • problemas de autoestima
  • no aceptación de los límites
  • faltas de respeto
  • dificultad para controlar sus impulsos

Esto ocurre porque la sociedad define las metas del adolescente pero no facilita los medios para alcanzarlas.

Esta confrontación del adolescente con el mundo se puede producir en la familia, si los padres no saben adaptar su relación a los cambios ocurridos en sus hijos adolescentes.

Es fundamental conocer los cambios que están viviendo así como aprender nuevas maneras de relacionarse con ellos. Es importante ponerse en su lugar, mediante una escucha activa y de calidad, intentar empatizar con los problemas que para ellos en ese momento son vitales, y darles una respuesta que les resulte útil, en la que sientan que sois un apoyo con el que poder contar.

En cada caso habría que analizar bien la situación y ver qué puede estar sucediendo o por qué problemas emocionales puede estar pasando el adolescente para que reaccione de tal manera que haga sufrir tanto a los demás como a sí mismo. La familia aquí es un factor fundamental para proporcionarle una ayuda eficaz introduciendo los cambios necesarios para que se produzca una dinámica más funcional en el hogar, donde existan espacios para la comunicación y el apoyo.

cómo hacer que mi hijo estudie

Es posible que llegada cierta edad, tu hijo, que normalmente no ha tenido dificultades con los estudios, comience a presentar conductas evitativas frente al estudio.

En su proceso de crecimiento estas actitudes pueden ser naturales, van creciendo y conociendo otros mundos y comienzan a mostrar interés en otras muchas actividades distintas a las relacionadas con el colegio, así como interés en otros entornos distintos a la familia.

En muchas ocasiones en casa, cuando llega el momento de que el hijo/a tenga que ponerse a estudiar o hacer la tarea, surge una situación de conflicto entre la madre/padre y los niños.Existen distintas causas que pueden favorecer dicha situación:

  • Falta de motivación del menor por los estudios.
  • Dificultad para concentrarse, por lo que se aburre pronto y lo deja enseguida.
  • Mala actitud en clase por querer “ser aceptado” en un grupo social inadecuado.
  • Creencia de que el curso le supera, que va a suspender, por lo que: “¿para qué esforzarse?”
  • Falta de rutinas.
  • Baja autoestima.
  • Mala gestión emocional (por ejemplo, “he suspendido, no sirvo para nada, para el siguiente ya ni lo intento”)
  • Se distrae fácilmente en clase, le cuesta atender, por lo que no comprende las explicaciones y cuando llega a casa no sabe qué tiene que hacer ni cómo hacerlo.

Etc…

Los jóvenes agradecen que se tomen en consideración sus opiniones, ante un “no quiero estudiar” por parte del menor, es más funcional, una reacción tranquila y madura por parte del adulto, creando así un espacio para poder entablar una conversación en la que ambos puedan expresarse sin elevar la voz ni enfadarse, llevando los padres al menor hacia el mejor camino desde el entendimiento y no desde el conflicto.

Si al menor le contestamos desde una posición autoritaria, rígida y sin dar cabida al diálogo (cuando el niño normalmente no ha mostrado antes estas conductas y siempre ha ido progresando bien), el niño se sentirá incomprendido y enfadado, respondiendo con malas formas, probablemente sin poder regular sus emociones y comenzando así un nuevo conflicto en el hogar.

Es aconsejable explicarles que estudiar es un medio, no un fin. Para que les funcione y les interese lo que le estáis contando, primero lo más conveniente sería averiguar cuál es el fin que el menor quiere conseguir, a dónde quiere llegar o qué quiere ser de mayor (valorar sus perspectivas de futuro).

Si no lo sabe (muy probable), se ha de explicar que para en un futuro poder elegir todo lo que quiera, mínimo es recomendable que supere los estudios básicos, sin estos, el abanico de oportunidades se reduce considerablemente.

Los jóvenes si no ven la finalidad de lo que realizan, no le ven sentido por lo que pierden las ganas y el interés.

En este punto, el trabajo de los padres y las madres, que resultaría beneficioso para ellos, sería, entre otros, ayudarlos a entender cuál es la finalidad del estudio y las opciones que pueden tener en el futuro en función del esfuerzo; así como apoyarlos en sus decisiones, fomentar su autoestima, establecer rutinas de trabajo para evitar conflictos, ser modelos de responsabilidad, y sobre todo lograr ponerse en su punto de vista, desde ahí resulta más fácil tanto entenderlos como ayudarlos.

Es importante que sientan que cuentan con el apoyo tanto emocional como académico de sus padres/madres, esto crea las bases de la confianza en sí mismo que le ayudarán a enfrentarse de una manera funcional y exitosa a la resolución de problemas futuros.